11.8.04

Reciclaje mental III


Y con esto damos por concluida la trilogía iniciada a finales de...a lo que vamos: el último reciclaje. Algo que me pasó más de una vez.

Es como si hubiera una pared de vidrio doble. De un lado estoy yo, del otro sólo vos. No sé bien cuando se construyó, pero se puede romper, tenemos que romperla; te hago señas para que te des cuenta. Vos me mirás desde atrás del doble vidrio, no te escucho, veo que movés los labios. Me pego al vidrio, intento abrazarte, tocarte. Y no puedo. Vos seguís mirando, apenas estiras tu mano hacia mi, cansado.
Entonces decido hacerlo: rompo el vidrio de un grito tremendo que me sale del alma. Tan fuerte que me quedo sin energía, los pedacitos de cristal me lastiman, termino en el suelo. Cuando vuelvo a mirar, veo que sólo rompí el vidrio de mi lado. El otro, sigue intacto. Y vos seguís ahí, impasible, sentado ahora, mirando hacia este lado, pero no a mi. Te toca romper ese vidrio, a mi no me quedan más fuerzas y estoy rodeada de cristales rotos.


Pasan los días, las semanas, pasan meses. No rompes tu parte de muro. Yo espero, desespero, ya no espero. Recupero fuerzas, me levanto y pongo una cortina para no ver más esa imagen que hace otra vida al otro lado de su vidrio.
Junto los pedacitos que rompí, pero esta vez los fundo, no voy a hacer otro muro como está de moda. Nunca me gustaron las modas. Hago un espejo para vos. Te lo regalo, para que te encuentres si algún día te buscás. Lo pongo ahí y vuelvo a correr la cortina. Si algún día rompes tu vidrio voy a ir a saludarte, el ruido me va a avisar.

Esta es mi historia, la escribo para que no se repita, para que no haya más muros.


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